lunes, 23 de diciembre de 2013

Una vida por amor

Teddy Lakis. Coordinador de fans de MJ

Sídney. 14 de noviembre de 1996
Una vez que estábamos en Sydney [durante el HIStory Tour], había una multitud de niños jugando en el pasillo y Michael me pidió que subieran a su habitación, así que Wayne Nagin, su guardaespaldas, y yo, les subimos. Michael pidió helados y se lo pasaron muy bien. Después empezaron a hacer ruido y a trastear por los armarios de Michael. Empezaron a probarse sus ropas por diversión y, por supuesto, les encantaban sus trajes brillantes. ¿Y qué hizo Michael? Les dijo que se quedaran las ropas que les gustaran. Se las regalaba. Era algo muy típico: lo regalaba de corazón, si se daba cuenta de que a alguien le gustaba alguna cosa que él tenía, no tenía problema en dársela. Sin embargo, en aquella ocasión, cuando los niños se fueron, tuve que hacer de aguafiestas, seguirles hasta el ascensor y pedirles que me devolvieran todas las ropas, puesto que había trajes de actuación entre ellas.

Michael La Perruque. Guardaespaldas

Durante una estancia en Nueva York fuimos perseguidos por fans de un lugar a otro todo el día. De modo que pensé qué hacer para hacerlo más fácil para nosotros. Lo organicé con el conductor para ir por la puerta trasera del edificio sin que se enteraran. Yo estaba seguro que era algo que a Michael le haría feliz, porque creía que se estaba cansando de tanto alboroto también. Así que, llegado el momento, nos las arreglamos para salir del edificio sin ser visto ni siquiera por un solo fan y yo me sentí realmente orgulloso de mí mismo. De repente, Michael me preguntó: “Mike, ¿todos los fans se han ido?”, y yo, orgulloso, le contesté: “No señor, le he traído por la parte trasera del edificio para evitarlos”. Pero él continuó: “Pero, ¿por qué hiciste eso?”, y yo le contesté: “Bueno, porque pensé que le estaban molestando”. Lo que me contestó realmente me hizo pensar: “Mike, ¡esa gente son mis fans! ¡Son los que compran mis discos, van a mis conciertos y yo les amo de verdad! No deberías nunca, nunca, nunca, tratar de escabullirte de ellos porque yo los aprecio, y si eso significa que voy a ir más lento o voy a sufrir inconvenientes, está bien. Ellos son los que se preocupan por mí, compran mi música y me apoyan. No estaría aquí hoy si no fuera por ellos”.

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Michael era generoso. A dónde quiera que íbamos nunca se olvidaba de la gente que tenía menos que él. Sin embargo, Michael nunca quería publicidad cuando daba algo. Hay innumerables historias de incontables veces en que, por ejemplo, dio dinero a gente sin hogar que encontraba en su camino, como en Londres, cuando quiso que fuera a darle a un mendigo que estaba en la calle 100 dólares. O en Florida, por Navidad, se enteró de que había un refugio para mujeres maltratadas y sus hijos y quiso que fuera a una juguetería para comprar juguetes de todas las edades. Gasté miles de dólares y, cuando todo estaba preparado para ir los dos al refugio para darles los regalos a los niños, decidió en el último momento no estar él presente. No quiso que la prensa lo supiera porque concentrarían la atención en él. Quiso que fuera un día especial para los niños, pero me aseguré de que en el refugio supieran al menos de quien procedían los regalos.

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Recuerdo otra historia que la mayoría de la gente no creería sobre Michael. Me contaron que iba con su conductor por la calle, cuando vio a un hombre parado a un lado de la carretera con una rueda pinchada de su coche. Michael le pidió a su chofer que parara para ayudarle a cambiarla. Cuando llegaron a casa le pidió al chofer que le enseñara a cambiarla para poder hacerlo él mismo la próxima vez. Tiempo después iban por la carretera y vieron a otra persona con el mismo problema. Esta vez, Michael le pidió al conductor que parara de nuevo, pero quería ayudarle él mismo. El conductor replicó algo como: “…Michael, creo que esa no es la mejor de las ideas…”, pero Michael respondió: “No, quiero ayudarle…”, y Michael ayudó al asombrado hombre a cambiar la rueda.

Dieter Wiesner. Mánager

Al contrario de lo que declaraban los medios, Michael era muy sencillo, modesto y humilde. Se puede ver en el modo en que crió a sus propios hijos. Él sabía lo importante que es no malcriar a los niños. Aunque lo suyos tenían todo lo que necesitaban, por supuesto, no quería que tuvieran demasiados juguetes ni regalos. Para sus cumpleaños les hacía pequeños regalos y tarta casera de zanahorias, con velitas. Michael también les preparaba el desayuno. Sabía que las cosas materiales no son importantes, sino el tiempo que pasaba con ellos. 

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Michael, con lo que más se divertía no era con cosas materiales, sino viendo las caras de felicidad especialmente de los niños.

Joe Wilcots. Visita a un Hospital Infantil en Cape Town, 1997.

Cape Town. Octubre de 1997
Michael estaba visitando el hospital acompañado de doctores y enfermeras. Estaban haciendo lo usual: Saludando a los niños en las salas, ofreciéndoles regalos y pasando un rato con ellos. Pasaron por una habitación separada de las demás salas en la que había un niño. Michael preguntó por qué estaba solo ese niño y para qué era esa sala. Los médicos le dijeron que era una habitación en cuarentena; de acceso restringido porque el niño estaba gravemente enfermo y no conocían la causa o si podía tener una enfermedad contagiosa.

Los doctores siguieron adelante, Michael se quedó atrás y, cuando ellos se adelantaron un poco, aprovechó para meterse en la habitación. Todo se descontroló en un instante. Los médicos y enfermeras quedaron aterrados pero ninguno de ellos quiso seguir a Michael dentro de la habitación sin protección. Todos miraron a través de la ventana mientras Michael se sentó en la cama junto al niño, le habló y le dio un beso en la frente. Después salió tranquilamente de la habitación. Pregunté más tarde por qué había hecho eso; en qué estaba pensando para poner en tal riesgo su propia salud. Michael contestó simplemente: “Quise hacer lo que habría hecho su madre, si hubiera estado allí."

John Isaac. Fotógrafo

Le acompañé cuando visitó muchos hospitales y centros infantiles donde los niños sufrían enfermedades terminales. Él acababa llorando por estos niños y deseaba ayudarles desesperadamente. Para mí, Michael era como mi hermano menor, yo le quería de verdad. Desearía que aún estuviera aquí y le diría que no se preocupe por lo que otros piensen de él y que siga haciendo lo que hace mejor: ayudar a los niños y curar el mundo. Sí, sé que él está todavía allá arriba, brillando como una estrella resplandeciente. Cada vez que veo un cielo limpio en la noche, veo a Michael.

Rob Swinson. “Fabricante de Sueños” de Michael Jackson

Brick Price, de “Wonderworks”, me dijo que Michael supo de una amiga de su hijo Eammon, que estaba enferma terminal y le quedaba solo una semana de vida. Casi inmediatamente, la habitación de hospital de la niña se llenó de flores, muñecas y regalos especiales de parte de Michael. Incluso llamó y habló con ella por teléfono. Además, otras personas cercanas a Michael han compartido historias de las que han sido testigos en las que les dio a familias desconocidas grandes sumas de dinero para ayudarles a sobrellevar situaciones difíciles. Michael fue una persona tan increíblemente generosa y solidaria, e hizo tantas cosas maravillosas de modo privado, que ni el público en general ni la prensa nunca tuvieron noticias. Nunca lo hizo por publicidad.

Violet Gaitan-Silva. Jefa de seguridad de Neverland

Era sencillo de muchas maneras. Una persona divertida, práctica y espontánea que inyectaba sorpresa. Michael conducía su carrito de golf o su quad hasta una de las dos escuelas que estaban al otro lado del camino de Neverland. Jugaba al baloncesto con los niños, pasaba el rato con ellos y, de repente, nos llamaba, y allí estaba ese enorme grupo de niños llegado al rancho, prácticamente la escuela entera cruzando la calle, para pasar un par de horas de diversión en Neverland.

También conducía hasta la puerta exterior en un quad con el casco puesto para ver simplemente qué estaba pasando por allí. Si había una familia o gente allí, a menudo se acercaba a ellos, se quitaba el casco y, después de un pequeño shock y unos pocos gritos, hablaba con ellos. Le gustaba conocer más a la gente, les preguntaba de dónde eran y a menudo les decía: “Bueno, entren”, y les invitaba al rancho.

Su mensaje es intemporal y creo que será eterno. Nunca habrá otro Michael Jackson. En todo lo que hizo y logró, siempre estaba difundiendo un mensaje positivo. Podría haberse rendido muchas veces; cuando fue públicamente escudriñado, podría haber levantado las manos y dicho: “He terminado”, “Voy a retirarme a vivir mi vida y a ocuparme de mis propios asuntos”. Pero siguió esa lucha que fue positiva incluso hasta el final. Si pudiera decirle algo ahora, sería: “Te quiero, gracias por ser mi amigo”.

Seth Riggs. Entrenador vocal

"Intentaremos continuar al mejor estilo Michael Jackson. El único problema que tenemos es que no somos los supremos artistas ni los genios del baile y de la canción que tu todavía eres en algún lugar. Pero te encontraremos, Michael, tarde o temprano." 


Fuente (e historias completas): Michael Jackson. Una vida por amor

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