lunes, 6 de enero de 2014

Suzee Ikeda en Hello World

Michael Jackson podía hacerte olvidar que era tan joven. Su aproximación a las canciones -y la gente- era siempre intuitiva, siempre increíble. Él sabía dónde poner el énfasis en una letra, dónde correr, dónde retirarse, cómo terminar una línea. Pude haber estado de pie junto a él, alentándolo y recordándole lo que ensayó. Pero no se puede llamar así, ensayo, tenía los oídos más rápidos de nadie. Nadie le mostró ese nivel de creatividad. Eso era él, su alma. Yo sólo podía sacudir la cabeza y decir: “¿Cómo ha hecho eso?”.

Cuando no estaba grabando, Michael estaba mirando. Casi se podían ver sus antenas. Quería saber sobre todo lo que pasaba en el estudio. Por qué estamos haciendo esto, qué pasa con esa pista, qué tipo de micrófono es ese. Recordaba dónde estaban los faders en la mesa de mezclas y si algo había cambiado él quería saber por qué. Sus hermanos le pedían que dejara de hacer tantas preguntas. Pero nunca me importaba. Querías alimentar su curiosidad. Querías escuchar las grandes cosas que salían de ese chico. Estaba comprometido. Estaba concentrado. Era natural.

Yo simplemente sabía que, inevitablemente, Michael Jackson sería la estrella más grande del mundo.

~ Suzee Ikeda en Hello World.


Traducido por Laura Jackson

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