viernes, 4 de mayo de 2012

Howard Bloom

Yo había escrito un comunicado de prensa y quería la aprobación de Michael. Lo leí en voz alta. Mientras lo hacía, Michael se derretía. “Qué bonito,” dijo cuando terminé, “¿Tú lo escribiste?” El hecho es que sí, y no era un trabajo pesado para mí, escribir era un arte. Pero nadie más había visto nunca el arte oculto en ese trabajo y la creatividad escondida en lo ordinario. Michael lo vio.

Más tarde, los Jackson tenían prevista una reunión con un director artístico de CBS para decidir la portada del álbum Victory. Me pidieron que me quedara.

Cuando llegó el director de arte, entregó las carpetas a los cinco artistas, realizadas con una cuidada presentación y cada una de ellas de un legendario artista en la cima de su profesión.

El director alargó la primera carpeta hacia Michael. Él abrió la primera página, lentamente… justo lo suficiente para ver un centímetro de la imagen. Mientras veía el trabajo artístico sus rodillas empezaron a curvarse, sus hombros a inclinarse y todo lo que podía decir era “ooooohhhhh.” Un suave, orgásmico “oooooh.” En esa única sílaba y en su lenguaje corporal, podías sentir lo que él estaba sintiendo.

¿Conocen el poema de William Blake?

“Para ver el mundo en un grano de arena,
Y el Cielo en una flor silvestre,
Abarca el Infinito en la palma de tu mano
Y la Eternidad en una hora.”

La intensa ambición de ese poema, el intenso deseo de admiración, estaba vivo en Michael. Más vivo que en nada de lo que yo haya podido ver. Michael veía el Infinito en una pulgada. A medida que Michael abría las páginas, sus rodillas y hombros se inclinaban más y más y sus “ooohs” crecían en intensidad. Estando hombro con hombro con él podías sentir que estaba descubriendo cosas que ni siquiera el propio artista nunca vio. Para el momento en que abrió la página al completo su cuerpo entero y su voz expresaban un éxtasis. Nunca he visto nada así. Michael sentía la belleza de la página con cada célula de su ser. ´´El veía el prodigio en cada cosa. Su cualidad para asombrarse iba más allá de lo que cualquier ser humano puede concebir.

Existen dos reglas científicas, incluso artísticas y de vida. 1) La verdad a cualquier precio, incluida tu propia vida. 2) Mira las cosas que tienes ante ti como si nunca antes las hubieras visto y avanza desde ahí. Poca gente hace eso. Michael sí, él lo personificaba en cada folículo de su ser. Michael era lo más cercano que he visto nunca a un ángel seglar. Un santo seglar.

Verán, yo soy ateo, pero Michael no lo era. Él creía que había recibido el talento de Dios. Él creía que le habían sido dados el talento y el asombro que raramente se nos suelen conceder a nosotros los frágiles seres humanos. Cómo Dios le había concedido ese talento él creía que debía devolverlo. Pero para Michael devolver a los demás no era una cosa a tiempo parcial. La necesidad de darse a los demás estaba presente en cada aliento de cada día de su vida.

Parece extraño decir esto, pero Michael siempre formará parte de mí. Ninguna otra estrella con la que he trabajado ha tocado las fibras de mi corazón como él lo hizo. Michael abrió una ventana a la admiración como nadie que haya visto en mi vida. Por ese regalo, estaba en deuda con él.

Creo que todos estábamos en deuda con él. Y todavía lo estamos. Le debemos una honesta mirada a quién era en realidad. Se lo debemos hasta que finalmente se haya barrido la basura de los titulares y se vea claramente por qué aquellos que le aman saben más sobre él que cualquier periodista que proclama haber investigado su vida a fondo. Esos periodistas y expertos no conocen a Michael Jackson. Pero si ustedes le aman, tienen una buena oportunidad para hacerlo.

Howard Bloom. Publicista en Victory Tour.


Traducido por Bluesaway

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